La gran iglesia de un pequeño pueblo.
Santa María Magdalena, iglesia parroquial de la villa de Torrelaguna, constituye un ejemplo sobresaliente de arquitectura gótica, sorpresa del viajero desprevenido en plena sierra norte madrileña.
No solo sorprende gratamente la calidad de la construcción, sino también sus dimensiones, casi catedralicias; diríase que el pueblo resulta minúsculo para tamaño templo… pero en la Historia hallamos algunas pistas para despejar la paradoja.
De aldea a villa
Hacia finales del Siglo XIV, se inicia en Torrelaguna un proceso de crecimiento y prosperidad sin precedentes.
Para fijar un marco temporal, podemos señalar el año de 1390; en ese momento, la hasta entonces aldea perteneciente a la Comunidad de Villa y Tierra de la vecina Uceda, se convierte en Villa Real (esto es, villa libre, de «realengo», o «burgo»), independizándose de su antigua matriz.
La separación y promoción a villa, fue concesión otorgada por don Juan I de Castilla (bisabuelo de los Reyes Católicos), en cédula real o «albalá» fechada el 30 de abril de ese año. Y sería de las últimas que don Juan otorgara, pues dejó este mundo poco después, a principios de octubre.
El rey atendía así a una solicitud de arzobispo de Toledo, don Pedro Tenorio… solicitud interesada y acordada de antemano con los vecinos más influyentes de Torrelaguna. Y es que ambas partes obtendrían beneficios con la emancipación, en detrimento de la Comunidad de Uceda, cuya estrella comenzaba a declinar.
A partir de entonces, los hijosdalgo con estirpe y solar en Torrelaguna eligirán a sus propios alcaldes y regidores, estechando su relación con el poderoso arzobispado de Toledo, de quien dependerá directamente, sin intermediarios, tanto en el plano jurídico y religioso, como tributario.
El señor Arzobispo
Desde el Siglo XII, los monarcas castellanos venían concediendo al arzobispado de Toledo la prerrogativa (en origen, privativa del rey) de cobrar impuestos y ejercer justicia sobre numerosas comunidades y villas de realengo. Ello como recompensa al apoyo activo que la Iglesia prestó a la Corona en la lucha contra los Almorávides.
Por ejemplo, en 1118, la ayuda del arzobispo don Bernardo de Toledo resultó decisiva para que Alfonso VII de León, «el Emperador», lograra reconquistar Alcalá y el valle del Jarama; el rey se lo agradeció otorgándole derechos jurídicos y tributarios sobre las comunidades de Alcalá, Uceda y Talamanca, junto con las aldeas del corredor del río Tajo.
Se fue conformando así un poderoso señorío eclesiástico, con cabeza en el arzobispado de Toledo, que abarcaba un extenso territorio en el Este de la actual provincia de Madrid, comprendido entre los ríos Lozoya y Tajo.
Una época de esplendor
El buen entendimiento con la mitra toledana resultó extraordinariamente fructífera para Torrelaguna.
Por supuesto, también a Toledo le interesaba ejercer directamente sus prerrogativas sobre la villa, soslayando al Concejo de la antigua Comunidad de Uceda.
Y es que la pujanza y prosperidad de Torrelaguna la tornaban cada vez más apetecible y autosuficiente, de ahí el beneplácito del arzobispo Pedro Tenorio al defender, ante el rey, las aspiraciones separatistas de los terratenientes y comerciantes torrelagunenses.
La recién estrenada independencia vino acompañada de importantes obras y mejoras: por ejemplo, la construcción de su muralla medieval (probablemente reforzando y ampliando otra más primitiva, tal vez de origen musulmán), la inauguración del Lazareto de San Sebastián, o la concesión real para celebrar un mercado semanal franco (es decir, exento de tributos), todos los lunes del año: algo impensable de haber seguido siendo satélite de Uceda.
La fortuna de los torrelagunenses crecía en alas de su abundante producción vinícola y cerealera (era el valle del Jarama fértil tierra de pan y vino), complementadas por el cultivo de olivos, el cuidado de huertos y la abundancia de leña, caza y pesca.
Se beneficiaba además de su excelente ubicación en el cruce de vías pecuarias y caminos que, desde tiempo ancestrales, enlazan las dos castillas a través del puerto de Somosierra, antiguamente llamado «de San Andrés».
Por lo tanto, al iniciarse el Siglo XV, que tan prometedor se presentaba, los orgullosos torrelagunenses decidieron engalanar a su pujante villa con una nueva y monumental iglesia…
Santa María Magdalena
Ya en la alta edad media, los campesinos cristianos dispersos en caseríos o diminutas aldeas en el valle del Jarama, al pie de Uceda, debieron agruparse en torno a un pequeño núcleo fortificado, tal vez de origen visigodo, rodeado de tierras pantanosas o marjales, junto a la antigua torre-atalaya visible en un grabado anónimo del Siglo XVII: Tor de Laguna, Tordelaguna… Torrelaguna.
Seguramente buscaban mutua protección en un territorio dominado por los musulmanes, que ejercían su control desde la cercana plaza fuerte de Talamanca, y la aún más inmediata Uceda.
El centro espiritual de esta aldea mozárabe sería una pequeña parroquia, consagrada a Santa María Magdalena y que daría nombre precisamente al barrio de la Magdalena, corazón histórico de Torrelaguna.
Nada se conservó, excepto el nombre, de aquél templo primigenio. En algún momento del Siglo XIII, sobre sus cimientos se levantó la primitiva iglesia de Santa María Magdalena (románica y cisterciense, seguramente), precedente inmediato a su vez del actual edificio gótico que, sin embargo, lo sustituyó por completo.
Con patrocinio de Toledo
La monumental iglesia de Santa María Magdalena que hoy podemos apreciar en en la plaza mayor de Torrelaguna, se comenzó a construir a principios del Siglo XV.
Las obras se inciaron, como es habitual, con la cabecera del templo (el ábside mayor y los dos laterales, todos pentagonales y comunicados entre sí), culminándose esta primera etapa durante el arzobispado de Juan Martínez de Contreras (1423 a 1434), cuyo escudo lo recuerda en una de las claves de la capilla mayor.
Los sucesores de Contreras en la sede toledana continuaron apoyando los interminables trabajos, que de hecho se extenderían durante siglos.
Tras un período parco en información, tal vez coincidente con una pausa o ralentización de las obras (son los turbulentos años del reinado de Juan II y luego de su hijo, Enrique III, hermanastro de Isabel I), el poderoso cardenal Pedro González de Mendoza (1473 a 1495), conocido en tiempos de los Reyes Católicos como «el tercer rey de España», impulsa la segunda etapa constructiva, en la cual se levantan y cierran las naves del templo.
El mecenazgo del cardenal Cisneros
Tomará el relevo Francisco Jiménez de Cisneros, hijo predilecto de Torrelaguna, confesor y consejero de Isabel I la Católica, regente de Castilla en dos oportunidades.
Bajo su arzobispado (1495 a 1517) se levanta la fachada principal a los pies de la iglesia y se erige su monumental torre. No es de extrañar que el escudo del cardenal campee por doquier en esta parte del templo, la más imponente, alternando con el de la villa.
Se ha propuesto que el cardenal proyectaba establecer su panteón familiar en Santa María Magdalena, lo cual explicaría su involucramiento personal en la obra y la escala del propio edificio. Se piensa, incluso, que el emplazamiento elegido en un primer momento para el proyecto y legado más importante de Cisneros, la Universidad Complutense, habría sido Torrelaguna, aunque finalmente se decantaría por Alcalá de Henares.
La villa del cardenal
El apoyo y cariño que el cardenal Cisneros dispensó a su villa natal no se limitó, ni mucho menos, a la culminación de las obras de Santa María Magdalena.
Se suman a ellas la fundación del Convento Franciscano de la Madre de Dios (de cuya iglesia arruinada susbsiste hoy la soberbia espadaña, ícono de la villa visible desde todo su entorno), y del desaparecido Hospital para Mujeres; el pósito de grano (actual sede del Ayuntamiento) y el acueducto para conducción del líquido vital al Hospital y al Convento.
Todas estas obras toman impulso durante los últimos años de vida del cardenal, a partir de 1510, en paralelo con su proyecto complutense.
La impronta de Cisneros caracterizó desde entonces a Torrelaguna, que lo recuerda en múltiples hitos de su arquitectura: la cruz que marca el solar de su casa natal, el busto de la Plaza de Montalbán, la notable inscripción fundacional del pósito de granos o el propio nomenclátor urbano de la villa.
Tres siglos de obras
Hacia 1520, a un siglo de comenzado, el edificio tardogótico de Santa María Magdalena estaba esencialmente completo, incluyendo la soberbia torre campanario.
Sin embargo, durante los siguientes doscientos años el templo continuaría ampliándose y adornándose, transitando ya por los estilos renacentista y barroco.
Durante el arzobispado de Alonso de Fonseca y Ulloa (1523 a 1534) se contruye el coro alto, a los pies del templo, dispuesto sobre tres arcos carpaneles y flanqueado por la tribuna renacentista del órgano. También la portada sur, «de la Resurrección» o «de la Pascua», data de este período.
Ya durante las postrimerías del Siglo XVI primer tercio del XVII, sendas capillas barrocas serán adosadas a la nave lateral del evangelio, flanqueando la portada sur y cambiando drásticamente el aspecto de la iglesia en este sector, con el añadido de su volumetría contundente.
Lápidas y sepulcros por doquier
Lo primero que llama la atención del visitante que ingresa al templo por primera vez, probablemente sea la enrome catidad de lápidas que cubren el piso de la iglesia.
Resuta ciertamente singular. Son muchísimas, se cuentan por decenas, y se distribuyen a lo largo y ancho de la tres naves, por todas partes, sin contar los bellísimos sepulcros dispuestos en las capillas laterales.
Las hay tan antiguas como del año 1429, seis siglos tienen ya, y otras mucho más recientes, que datan del Siglo XIX. Precisamente por esa época los enterramientos en el interior de Santa María Magdalena eran tan numerosos que, hacia 1829, el historiador Sebastián de Miñano y Bedoya anota en su Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal lo siguiente:
«(…) esta iglesia, que debiera conservarse pura, sin exhalar otro olor que el del incienso ofrecido al Dios Omnipotente por la adoración y el amor de los fieles, despide el hedor de los cadáveres que se entierran en ella, por no haber querido todavía construir un cementerio, como está mandado por las leyes civiles y canónicas y por repetidos decretos de S.M., y como lo necesita la conservación de la salud pública (…)»
Poco después, hacia 1834, el reclamo de Miñano fue atendido; la villa se dotó de un cementerio civil, ubicado extramuros junto a la pre-existente ermita barroca de San Miguel Arcángel (allí se encuentra aún hoy), con lo cual las inhumaciones en Santa María Magdalena se convirtieron, definitivamente, en algo del pasado.
Los baptisterios
Existen dos baptisterios o capillas bautismales en Santa María Magdalena. La más antigua, del Siglo XV, se sitúa a los pies del templo, en la planta baja de la torre.
Esta ubicación, inmediata a la portada principal de la iglesia (acceso que, en el actualidad, es el menos utilizado) era común en los templos antiguos, pues obedecía a la premisa de que los nuevos adeptos debían ser previamente bautizados antes de autorizar su ingreso al recinto sagrado propiamente dicho, para participar de la «asamblea» o «reunión» de fieles (sentido etimológico de la palabra «iglesia»)
De hecho, durante la antigüedad y alta edad media, el baptisterio se localizaba frecuentemente en el exterior del templo.
La ubicación, dimensiones y disposición del baptisterio antiguo de Santa María Magdalena se adaptaban perfectamente a la modalidad altomedieval del bautismo, cuando el primero de los sacramentos de iniciación se practicaba de un modo mucho más privado que en la actualidad, recreando explícitamente la muerte por pecado e inmediata resurrección del adepto en su nueva fe cristiana.
La ceremonia se efectuaba por inmersión en una enorme pila, que oficiaba prácticamente de piscina lustral, remedando las efectivamente utilizadas para el baño iniciático de purificación en los primeros siglos del Cristianismo.
Una de estas grandes pilas aún se conserva en la propia iglesia, aunque trasladada y reubicada en el baptisterio nuevo durante el Siglo XVI.
La pila bautismal se encuentra, actualmente, en el baptisterio nuevo o capilla de San Ildefonso, que data de principios del Siglo XVI, aunque su estilo sigue siendo tardogótico. Fue rehabilitada en el primer tercio del Siglo XVIII.
Para seguir recorriendo los paisajes de esta historia…
Historia y Paisaje: Entre Uceda y Torrelaguna
Aproximación histórica a la Comunidad de Madrid. Vol. 1: De los Orígenes a los Austria. Josefa Otero Ochaíta. Comunidad de Madrid. Consejerìa de Educación y Cultura. Dirección General de Educación. 1994.
Torrelaguna. Natalio Moraleda, 1890. Edición facsimilar de Maxtor, 2011.
Historia de Torrelaguna. Beatriz Medranda Pascualy Mónica Vargas Guitart. Ayuntamiento de Torrelaguna, 2007.
Biblioteca COAM. Arquitectura y Desarrollo Urbano. Comunidad de Madrid: BVCM004468. Arquitectura y Desarrollo Urbano. Zona Norte. Tomo IV. Torrelaguna.
Créditos
Texto y fotografías: HyP, excepto:
Vista de Torrelaguna en un grabado anónimo de c. 1629. Copiado del Villazgo Municipal (según reza al pie de la imagen), se conserva actualmente en el Ayuntamiento de Torrelaguna. https://torrelaguna.es/historia_torrelaguna/
Noli me Tangere: Martin Schongauer, segunda mitad del Siglo XV. Public domain, via Wikimedia Commons. Martin-Schongauer-Noli-me-tangere
Planta de Santa María Magdalena: Ayuntamiento de Torrelaguna. https://turismo.torrelaguna.es/iglesia-de-santa-maria-magdalena/