El Real Convento de Santa Clara de Tordesillas

Convento de Santa Clara

Un convento que fue palacio.

Más conocido como Convento de las Clarisas, este edificio fue, antes de transformarse en convento, palacio real de Alfonso XI de Castilla en la villa vallisoletana de Tordesillas.

Había sido levantado durante el primer tercio del Siglo XIV y probablemente fue ampliado y remodelado con ánimo de celebrar la resonante victoria lograda por el rey castellano en la batalla del río Salado, que tuvo lugar el 30 de octubre de 1340 en las proximidades de Tarifa, Cádiz.

En esa oportunidad, con el apoyo de las huestes portuguesas enviadas por su suegro, Alfonso IV de Portugal, los cristianos vencieron al ejército de Yusuf I, rey de Granada, a pesar de que éste contaba con el refuerzo de las tropas bereberes aportadas por el rey benimerí Abu Al-Hassan Alí.

El nuevo palacio mudéjar de Alfonso XI

Se dice que Alfonso XI (que era bisnieto de Alfonso X, el Sabio) admiraba el arte y la arquitectura mudéjar… ¡quién no!

En todo caso, podemos dar por descontado que el rey estaba perfectamente familiarizado con el refinadísimo estilo hispanomusulmán, debido a sus prolongadas andanzas bélicas en tierras andaluzas…

Las obras del palacio se habrían encargado, hacia mediados del Siglo XIV, a unos anónimos alarifes mudéjares.

De hecho al deambular por el hoy convento, se siente uno mágicamente trasladado al alcázar de Sevilla, o a los palacios de la Alhambra, olvidándose de que se encuentra en el mismo corazón de la vieja Castilla.

Alfonso XI de Castilla representado en una miniatura del Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla, del Siglo XIV. El manuscrito, incompleto, posiblemente fue elaborado con motivo de la coronación y unción de Alfonso, ocurrida en 1332.

Orígenes poco conocidos

Aunque la casi totalidad de lo que se conserva del palacio regio corresponde al edificio erigido por voluntad de Alfonso XI, en realidad éste se levantó sobre un palacio anterior, probablemente del Siglo XII.

Ese antiguo palacio habría pertenecido en algún momento a don Raimundo, tío del rey Alfonso VIII de Castilla, el de las Navas, quien reinó entre 1170 y 1214. Sin embargo, poco más se conoce sobre la historia de aquél edificio.

De aquélla época se conservan algunos elementos de la magnífica Capilla Dorada, como las arquerías inferiores de su interior.

Su aspecto no recuerda tanto al estilo almohade andaluz (de los siglos XII y XIII), sino que parecen inspirarse, arcaizando, en el anterior estilo taifa del siglo XI.

También sobrevive una extraordinaria reja románica de hierro forjado, del Siglo XII (tal vez el elemento de mayor antigüedad conservado en el actual convento), separando el coro bajo de la nave de la iglesia, y que da cuenta de ese pasado aún más remoto.

No se sabe dónde estaba ubicada originalmente esa reja (el lugar que hoy ocupa fue ampliado y remodelado en el Siglo XVIII), pero en todo caso constituye un ejemplo magistral de herrería medieval castellana.

¿Un palacio para la favorita?

En todo caso, Alfonso XI se dio el gusto de construir un suntuoso palacio mudéjar, inspirado en los que él conocía y admiraba en al-Ándalus, en el corazón de sus dominios.

Y, además, supo darle un buen uso: seguramente fue residencia habitual de su favorita, Leonor de Guzmán, con quien el rey tuvo hasta diez hijos, nada menos, entre ellos el futuro Enrique II, fundador de la nueva dinastía Trastámara.

Al parecer, Alfonso “premiaba” a Leonor con el señorío de alguna villa cada vez que le daba un vástago, con lo cual se entiende cómo, al cabo de unos años, su amante se vio convertida en una próspera señora feudal castellana (si bien Leonor ya pertenecía a la nobleza cuando conoció al rey, en 1327)

Uno de estos señoríos fue, precisamente, la villa de Tordesillas.

El río Duero a su paso por Tordesillas, hacia el este del puente medieval.

A propósito, el gusto mudéjar del soberano no se limitó, ni mucho menos, al palacio tordesillano.

Además de los hermosos baños árabes que se pueden visitar en el actual convento de Santa Clara, Alfonso hizo construir otros similares (pero no tan lujosos, o tal vez menos conservados) en la antigua alcazaba islámica de Córdoba, conocidos hasta el día de hoy, cómo no, por el nombre de “baños reales de Doña Leonor”…

Entre la leyenda y la historia

De todos modos, debe ponerse un punto de duda en la atribución de los baños árabes al buen gusto del rey, o al capricho de su favorita.

Particularmente en el caso de los baños del convento de Santa Clara (que integraban, en origen, las dependencias del palacio mudéjar), es posible que su construcción deba retrasarse algunos años, hasta la década de 1350, ya bajo el reinado de Pedro I, hijo y sucesor de Alfonso.

De hecho, los atractivos escudos que representan un león rampante orlado de calderos, pintados en los tímpanos de la primera sala de los baños (el cuarto frío, o al-bayt al barid, que también servía de vestuario) no son un símbolo heráldico de la familia Leonor (los Guzmán), algo que a veces se esgrime para alegar su vínculo con estos sofisticados ambientes

En realidad, ese blasón pertenece a la reina Juana Manuel, hija del infante don Juan Manuel y esposa de Enrique II de Trastámara, quien hacia el año 1376 adquirió el edificio que alberga los baños (y que ya existían como tales)

La caída de Leonor

Mucho antes que esto, en el año 1350, doña Leonor había caído rotundamente en desgracia tras la muerte del rey.

La epidemia de peste negra que por entonces azotaba terriblemente a Castilla (y a casi toda Europa), se llevó a Alfonso en la semana santa de ese año, mientras sitiaba a los benimerines en Gibraltar.

El único hijo llegado a edad adulta que Alfonso había tenido con su esposa legítima, María de Portugal era el ya mencionado Pedro, y compartía con su madre (no es de extrañar) un odio profundo hacia Leonor.

Dicho sea de paso, a María debió Alfonso el imprescindible apoyo de su suegro, el rey portugués, en la batalla del Salado.

Pedro fue coronado de inmediato; sería llamado “el Cruel” por sus detractores, y “el Justo” por sus panegiristas … Mas respecto a la antigua amante de su padre, Pedro hizo honor al primer apodo.

La venganza de la viuda

Ese mismo año de 1350 (Alfonso llevaba finado apenas un mes), Leonor es encarcelada en el alcázar de Sevilla.

Poco después es trasladada al de Carmona, de allí a Valladolid y finalmente a Talavera de la Reina, villa que era propiedad de su antigua rival, María de Portugal…

La despechada lusa se ensañó a conciencia, durante varios meses, con Leonor, hasta que finalmente en 1351 pidió permiso a su hijo para ejecutarla (lo obtuvo, claro) y la hizo decapitar.

Como vemos, Leonor de Guzmán no tuvo mucho tiempo para disfrutar del flamante palacio mudéjar de Tordesillas.

La última despedida: Leonor de Guzmán se despide de su hijo Fadrique Alfonso, maestre de la Orden de Santiago, en presencia de la reina María de Portugal, quien ordenaria su ejecución poco tiempo después. Óleo de Antonio Amorós y Botella,1887, Museo del Prado.

Otra favorita en el mismo palacio

Quien sí pudo disfrutarlo un poco más fue la (asimismo) amante del nuevo rey…

Siguiendo un poco el ejemplo de su padre, Pedro se desentendió de su legítima esposa Blanca de Borbón (¡apenas dos días después de su boda!) y marchó al encuentro de María de Padilla, con quien había tenido una hija pocos meses antes (y tendrían tres hijos más en el futuro)

Pues bien, a partir del año 1354, la Padilla pasa a ser titular de la villa de Tordesillas, y el palacio se convierte en su residencia habitual y lugar de encuentro con Pedro que, por esas épocas, se enfrentaba ferozmente con sus hermanastros, los hijos de Leonor de Guzmán…

Golpes del destino

El Cruel morirá acuchillado en 1369 en el castillo de Montiel, Ciudad Real, en duelo fratricida y a manos del propio Enrique de Trastámara, coronado en seguida como Enrique II.

Algunos años antes, en 1361, María Padilla había muerto; el único hijo varón que Pedro tuvo con ella, el infante Alfonso (su posible heredero), murió asimismo al año siguiente.

La hija primogénita de Pedro y María, una niña llamada Beatriz, se convirtió así en heredera del señorío de Tordesillas.

La muerte del rey don Pedro I de Castilla: Pedro es sujetado por el condestable francés Bertrand du Guesclin, mientras su hermanastro Enrique de Trastámara, futuro Enrique II de Castilla “el de las mercedes” o “el fratricida”, está a punto de acuchillarlo. Óleo de Arturo Montero y Calvo, 1883. Colección del Museo del Prado, expuesto en la Univesidad de Zaragoza.

De palacio a convento

Pedro decide entonces, hacia 1363, convertir el palacio mudéjar en convento con advocación a Santa Clara, para perpetuar el recuerdo de María y de su hijo (incluso, tal vez, con el propósito de que albergara su sepulcros)

Arcos de herradura semicirculares y polilobulados en el llamado “Patio árabe” del convento, espacio de transición entre la arquería de acceso al antiguo palacio, el refectorio conventual y el zaguán de acceso al antiguo claustro.

Desde entonces, el convento ha estado continuamente habitado por hermanas Clarisas (originalmente fueron treinta monjas, llegaron a ser ochenta en los siglos posteriores, y hoy lo habitan una docena)…

Por lo tanto, el monasterio siempre estuvo vivo, nunca se desamortizó ni sufrió abandono o depredaciones. También por ello resulta fascinante visitarlo.

Las monjas continúan viviendo allí, en un régimen de estricta clausura; la comunidad tiene, incluso, su propio cementerio en el Convento.

Monjas de Santa Clara

La Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara, más sucintamente Orden de Santa Clara (o de monjas “Clarisas”) constituyen la rama femenina de la orden franciscana.

Fue fundada a principios del Siglo XIII por Santa Clara, discípula de San Francisco de Asís.

En este punto, puede ser recomendable recurrir a la película, “Hermano Sol, Hermano Luna” (a pesar de su horrible banda sonora), para repasar esa historia.

Cerca exterior y vista del real convento de Santa Clara de Tordesillas, sobre el actual paseo que discurre por la orilla  norte del río Duero.

Una reina desgraciada

Avanzando el tiempo, en 1509, cuando ya hacia siglo y medio que las hermanas Clarisas estaban cómodamente instaladas en su convento, recibieron súbitamente una visita inesperada.

Se trataba de Juana, la supuestamente loca reina de Castilla, que en el mes de marzo de ese año arribó a Tordesillas llevando consigo el féretro de su finado marido, Felipe el Hermoso.

Acomodando el féretro

Las monjas no tuvieron más remedio que atender el encargo: durante los siguientes seis años debieron custodiar el enorme sarcófago, depositado en medio del presbiterio de la iglesia de su convento.

Si bien no existe constancia escrita de que ése fuera exactamente el lugar elegido (a veces se ha sugerido la inmediata Capilla de los Saldaña), los posteriores trabajos de limpieza acometidos en el espléndido artesonado dorado y policromado de cinco paños que cubre este espacio (y que sí quedaron bien documentados), así lo sugieren.

En efecto, los hachones (esas grandes velas de varios pabilos) encendidos constantemente en torno al féretro, a lo largo de todos esos años, habrían tiznado los delicadísimos mocárabes, sinos y lazos ornamentales de la armadura, obra maestra del mudéjar castellano que sigue asombrando al visitante de todas las épocas.

Artesonado mudéjar que cubre la capilla principal del presbiterio de la iglesia conventual, bajo el cual se cree que pudo estar depositado el sarcófago de Felipe el Hermoso entre los años 1509 y 1515.

Una prisión real

Por su parte, la reina Juana se alojaba (o la alojaron, mejor dicho, pues se trató prácticamente de una prisión) en el palacio real que había sustituido al anterior, convertido en convento por designio de Pedro el Cruel.

Este palacio había sido levantado a principios del Siglo XV por orden de Enrique III el Doliente, pero sus características y materiales constructivos eran mucho menos nobles que los de su precedente (mampostería, tapial y madera)

De hecho, ya no existe: fue demolido, cuando su estado era ya ruinoso, entre 1773 y 1783 por decisión de Carlos III.

De planta rectangular y con dos plantas, su fachada sur miraba al río Duero continuando la línea del propio convento de Santa Clara y separado apenas unos 200 m del mismo.

Maqueta con la plausible reconstrucción del palacio real de Tordesillas, donde habitó Juana durante los largos años de reclusión en la villa. Situado al oeste del convento de Santa Clara, fue demolido en la segunda mitad del Siglo XVIII.

El triste destino de una reina

La desdichada Juana vegetó en Tordesillas nada menos que… ¡46 años!

Sus únicas salidas eran a la iglesia de San Antolín (que aún se conserva), ubicada calle por medio del palacio-prisión (iglesia y palacio se comunicaban entre sí mediante un pasillo elevado sobre la calle: ni siquiera en tales casos salía al exterior)

Los oficios religiosos se alternaban con las frecuentes visitas al convento, para contemplar el féretro del Hermoso … al menos hasta 1515, cuando por orden de su padre, Fernando el Católico el cuerpo fue trasladado al convento de San Francisco de la Alhambra, en Granada.

La madre de Juana, Isabel la Católica, descansaba en aquél convento desde 1504; el propio Fernando se le reuniría apenas un año más tarde.

Finalizada pocos años más tarde la Capilla Real de Granada, los tres cuerpos fueron finalmente traslados allí en 1521, por decisión de Carlos I, su nieto y heredero.

Iglesia de San Antolín, vecina al hoy desaparecido palacio real y comunicado con éste a través de un pasaje elevado sobre la actual calle de San Antolín. El pasaje habría sido utilizado por la reina Juana, injustamente llamada la loca, para asistir diariamente a misa.

La leyenda del torreón

Se cuenta que, finalizada la misa en San Antolín, Juana subía los 56 escalones del torreón frontal de la iglesia (uno de los íconos emblemáticos de la villa) para poder ver, desde allí, el cercano convento de Santa Clara, que custodió los restos de su esposo Felipe el Hermoso entre los años 1509 y 1515.

Esta leyenda parece, sin embargo, improbable, dado que el convento en sí no es fácilmente visible desde la ventana del torreón, el cual, sin embargo, ofrece una vista espectacular del río Duero y del puente medieval)

Juana de Castilla. Vivió en Tordesillas, prácticamente en calidad de prisionera, desde que llegó a la villa en 1509, con 28 años de edad, hasta su muerte, 46 años más tarde.

Pobre Juana…. casi 60 años tuvo que esperar para poder reunirse nuevamente, y ya por siempre, con su desagradecido Felipe, de quien para su desgracia siempre estuvo perdidamente enamorada.

Cuando finalmente murió, también a ella la trasladaron a Granada, y allí reposan hoy los cuatro en la misma cripta, 500 años después: Juana, Felipe, Isabel y Fernando.

Huéspedes notables

Juana I de Castilla es la más recordada, y con razón, de entre las personalidades vinculadas históricamente con el Real Convento de Santa Clara de Tordesillas.

No fue, sin embargo, ni mucho menos, la única visita singular que el cenobio recibió a lo largo de su extensa historia.

En ocasiones, las hermanas clarisas debieron alojar personajes cuya presencia perturbó, en mayor o menor medida, su retiro supuestamente tranquilo y anodino.

Eran, en general, mujeres nobles que lejos de adaptarse a la austera vida monacal, exigían mantener sus lujosas comodidades, incluyendo una servidumbre más o menos numerosa que también debía ser alojada en el convento.

Huéspedes o prisioneras

En ocasiones, la recluida lo era por gusto o decisión propias; tal vez sería el caso de doña Mariana de Silva, condesa de Linares, quien habitó el convento durante uno o dos años en torno a 1642.

Probablemente, la condesa optó por permanecer en Santa Clara durante uno los largos períodos de ausencia de su marido, ocupadísimo político y militar a las órdenes de Felipe IV durante los últimos años del dominio español en Portugal.

Sin embargo, la situación era mucho más complicada cuando estas inquilinas llegaban al convento no por voluntad propia, sino en condición de recluidas por voluntad regia. La convivencia con las monjas, en tales casos, debió ser difícil…

Un viuda peligrosa

Doña Leonor (o Eleonora) Téllez perteneció al poderoso linaje de los Téllez de Meneses, oriundo de la Tierra de Campos, comarca ubicada entre los reinos de Castilla y León.

Casada desde muy joven con el portugués Joao Lourenço da Cunha, señor de Pombeiro, Leonor fue amante y, tras lograr la anulación de su matrimonio, esposa de Fernando I de Portugal en 1372.

Agitadísimas fueron las vicisitudes de esta reina, primero consorte y luego regente de Portugal, tras enviudar de Fernando en 1383… ocasión en la que muchos la acusaron de envenenarle.

La baza castellana

Fernando I de Portugal y Leonor tuvieron una hija, Beatriz, que fue casada en 1383 (tenía apenas 10 años) con Juan I de Castilla, ya por entonces viudo y de 25 años.

El monarca castellano se convertía así en yerno de Leonor y quedaba a un paso de intitularse rey consorte de Portugal.

El gobierno autoritario de la viuda regente, la proclamación como reina de su hija Beatriz y la creciente impopularidad de todos estos castellanos metiendo baza en tierras lusas, terminaría bastante mal.

En el mismo año de 1383 se desató una revuelta en Lisboa, liderada por el maestre de Avís, principal opositor del partido castellano y quien a la postre reinaría como Juan I de Portugal.

El asunto se saldó con el homicidio del favorito de Leonor, Xoán Fernández de Andeiro, en diciembre de 1383 y la crisis de su regencia.

Leonor Tellez diante do cadáver do Conde Andeiro: El conde de Andeiro fue muerto en el palacio real de Lisboa el 6 de diciembre de 1383, en presencia de Leonor, por el maestre de Avís. Éste último encabezó la rebelión contra la regente castellana y terminaría reinando como Juan I de Portugal a partir de 1385. Litografía de Alfredo Roque Gameiro, c. 1904. Biblioteca Nacional de Portugal.

Las intrigas de la suegra

Mientras tanto, el rey castellano intentaba pescar en río revuelto para quedarse definitivamente con la corona portuguesa. Y en eso estaba, poniendo cerco a Coímbra, cuando se descubrió una conjura para eliminarlo.

Desconocemos los detalles del complot, pero en el asunto andaba implicada, cómo no, su suegra Leonor.

Las aspiraciones de Castilla en Portugal remitieron por un tiempo, y la inquieta Leonor fue confinada por orden de su real yerno en… Santa Clara de Tordesillas. Corría el año de 1384.

Sin embargo, Leonor no permanecería mucho tiempo encerrada en el convento. Pocos años después se encontraba viviendo en Valladolid. Allí murió, en fecha incierta, hacia 1405.

Juan II de Castilla. Nacido en 1405, fue el único hijo varón de Enrique III “el doliente”, quien muere al año siguiente. Su minoría de edad,transcurrida bajo múltiples y conflictivas regencias, finaliza en 1419. Se incia entonces su reinado efectivo, que se extenderá hasta su muerte, ocurrida en 1454, a los 49 años de edad. Fue sucedido por su hijo Enrique IV “el impotente”, hermanastro de Isabel “la Católica”.

El golpe de Tordesillas

En ocasiones, ciertos sucesos ocurridos extramuros del convento y completamente ajenos a las hermanas clarisas, terminaban repercutiendo aparatosamente en sus ordenadas vidas.

Buen ejemplo de ello fue el secuestro, golpe, asalto, o como quiera llamarse al suceso protagonizado en 1420 por el turbulento don Enrique de Trastámara.

Infante de Aragón, gran maestre de la Orden de Santiago y primo del aún muy joven rey Juan II de Castilla, Enrique no dejaría de complicarle la vida hasta 1445.

Ese año, él y sus hermanos, los infantes de Aragón, fueron definitivamente derrotados por los castellanos en la batalla de Olmedo.

El propio Enrique moriría poco después, a raíz de una herida recibida en la batalla.

No viene al caso analizar aquí en detalle el golpe de Tordesillas, incidente bastante confuso y enmarcado en esas disputas de origen familiar, dinástico y nobiliario que caracterizarían la mayor parte del reinado de Juan II.

Bástanos reseñar que el infante Enrique, con el apoyo de varios nobles afectos y unos 300 hombres de armas, tomó el control del palacio real de Tordesillas y de la persona del rey durante la madrugada del domingo 14 de julio de 1420.

Su intención, que efectivamente llevó a cabo, era trasladar a la familia real hacia Ávila, y de allí a los territorios bajo señorío de la Orden de Santiago, directamente bajo su control.

La infanta atrincherada

En el caos que se vivió en el palacio, la infanta Catalina, hermana del rey y valiosa baza matrimonial para los intereses de don Enrique, se dirigió al convento de Santa Clara. Explicó que deseaba despedirse de la abadesa antes de partir…

Y, una vez dentro, Catalina se negó a salir.

La situación era comprometida, sobre todo para las religiosas, que no podían simplemente expulsar a la infanta contra su voluntad.

Pero también a Enrique urgía abandonar Tordesillas con su presa cuanto antes, puesto que temía el contrataque de sus opositores (en particular, de su propio hermano, el infante Juan de Aragón), en un territorio donde no se sentía fuerte.

Entre los nobles y religiosos que apoyaban activamente el golpe del infante, se encontraban el mayordomo mayor de la Orden de Santiago, Garcifernández Manrique, y el obispo de Palencia, don Rodrigo de Velazco.

Ultimátum

El convento de Santa Clara estaba sujeto a la autoridad del obispado de Palencia: la abadesa debía obediencia a don Rodrigo de Velazco.

El obispo, acompañado del adelantado, se dirigió al convento y ordenó a la abadesa que entregara a la infanta. Como esta vacilara, Garcifernández le aseguró que tiraría abajo los muros del convento, si era necesario.

Ante tal perspectiva, y para alivio de las hermanas, la infanta Catalina se avino a dejar el cenobio, previa promesa de que no se la obligaría a casar con el infante Enrique de Aragón.

Sin embargo, Catalina terminaría efectivamente desposada, muy poco después, con Enrique. Los derechos dinásticos de su esposa serían una excusa más, en el futuro cercano, para nuevos enfrentamientos entre Juan II y los Infantes de Aragón.

Siete hermanos

Los hermanos Enrique y Juan de Aragón no fueron los únicos primos revoltosos con los tuvo que lidiar Juan II de Castilla.

Los infantes de Aragón eran, en total, siete hermanos, incluyendo dos mujeres. La mayor, María, era la reina consorte de Castilla por haber desposado en 1420 con su primo Juan II. 

Los infantes eran hijos de Fernando I de Aragón y Leonor de Alburquerque, llamada sugestivamente “la rica hembra”, poderosa dama feudal castellano-leonesa, además de reina consorte de Aragón.

Cinco de los Infantes de Aragón, representados en un grabado del Siglo XV: Pedro, Alfonso, Juan, María, Enrique y Leonor.

Otro Juan, otra Leonor, la misma solución

Seguramente Leonor apoyaría de un modo u otro las intrigas de los infantes de Aragón, sus hijos, al fin y al cabo.

De hecho, ella también terminaría alojada por la fuerza en el convento de Santa Clara de Tordesillas, en 1430, por orden del rey.

Y es así como, medio siglo más tarde, nos encontramos nuevamente con una suegra complicada, llamada también Leonor, que es confinada en el mismo convento por orden de otro rey llamado asimismo Juan (el II, nieto del I), en medio de intrigas políticas y familiares.

Nada nuevo bajo el sol, habrán pensado las monjas…

¿Luisa de Portugal?

Recoge don Eleuterio Fernández Torres en su Historia de Tordesillas, escrita hacia 1905, que en el año de 1602 la reina doña Luisa de Portugal ingresó al convento en calidad de seglar.

No fue por su voluntad, sino que habría sido recluida por orden de Felipe II… y el mismo cronista reconoce desconocer los motivos para ello.

Fernández Torres comenta, asimismo, que la antigua soberana tomó finalmente los hábitos de Santa Clara en 1612, e incluso terminó sus días nada menos que como abadesa del monasterio.

Sin embargo, no hemos podido encontrar otras referencias, aparte del citado relato de Torres, a esta reina doña Luisa de Portugal, que no puede confundirse con la muy posterior infanta Isabel Luisa de Portugal.

El palacio-convento de Santa Clara de Tordesillas, en su contexto histórico, entre los Siglos XII y XIV.

Para seguir recorriendo los paisajes de esta historia…

Guía del Real Convento de Santa Clara de Tordesillas. Carmen García-Frías Checa. Patrimonio Nacional, 2019.

Historia de Tordesillas. D. Eleuterio Fernández Torres. Valladolid, 1905.

“Hermano Sol, Hermano Luna”. Película del año 1972, dirigida por Franco Zeffirelli.

Historia y Paisaje: La Herencia de los Reyes Católicos

Historia y Paisaje: La Muerte del Príncipe Juan

Créditos

Texto e imágenes: HyP, excepto:

Imagen 01: Detalle de una miniatura del Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla. Unknown source, Public domain, via Wikimedia Commons. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Libro_de_la_Coronaci%C3%B3n_de_los_Reyes_de_Castilla–2_(cropped).jpg

Imagen 03: La última despedida. Antonio Amorós y Botella, Public domain, via Wikimedia Commons. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:La_%C3%BAltima_despedida_(Museo_del_Prado).jpg

Imagen 04: La muerte del rey don Pedro I de Castilla. Arturo Montero y Calvo, Public domain, via Wikimedia Commons. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:La_muerte_del_Rey_Don_Pedro_I_de_Castilla.jpg

Imagen 05: Portada en el patrio árabe del monasterio de Santa Clara de Tordesillas. Borjaanimal, CC BY-SA 4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0>, via Wikimedia Commons. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Portada_en_el_patio_%C3%A1rabe_del_monasterio_de_Santa_Clara_de_Tordesillas.jpg

Imagen 08: José Manuel Benito. Locutus Borg, Public domain, via Wikimedia Commons. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Las_Claras-Artesonado.jpg

Imagen 12: Roque Gameiro, Public domain, via Wikimedia Commons. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Leonor_Telles_deante_do_cadaver_do_conde_de_Andeiro.png

Imagen 13: Retato de Juan II de Castilla. Dageno, CC BY-SA 4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0>, via Wikimedia Commons. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Juan_II_de_Castilla.jpg

Imagen 14: Infantes de Aragón. Detalle de un grabado de las Genealogías de los Reyes de España, c.1460, Madrid: Biblioteca de Palacio (MS II-3009, fol. 191) Unknown author, Public domain, via Wikimedia Commons. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Infantes_of_Aragon.jpg

 

 

 

 

Deja una respuesta

Related Post