La Cartuja de El Paular

Monjes cartujos en la Sierra de Guadarrama

El monasterio cartujo de El Paular nació y creció indisolublemente vinculado a la dinastía Trastámara. El segundo rey castellano de este linaje, Juan I, auspició en 1390 el inicio de su contrucción, justo antes de morir tuberculoso a los 32 años.

Las obras se iniciarían efectivamente en setiembre de 1391, aunque con lentitud; la iglesia, por ejemplo, recién comenzará a construirse en 1433.

Transcurrido medio siglo desde la concesión de Juan I, las obras de la primera cartuja se concluirían bajo el reinado de su nieto (otro Juan, el II) incluyendo un pabellón de caza (con oratorio) anexo al recinto religioso, para su real recreo …

Se dice que, al donar los terrenos del “Pobolar” (por los “pobos” o álamos blancos que abundaban en el lugar) junto con 20,000 ducados para iniciar la construcción, Juan I se hacía cargo de una promesa pendiente y ajena, dada por su difunto padre Enrique II como expiación por haber incendiado muchos años antes un monasterio de cartujos durante sus juveniles guerras en Francia.

Así lo consigna Antonio Ponz en su Viaje de España (1781), citando el texto de un privilegio que habría concedido el propio rey Juan II a El Paular (¡uno más!) en 1432:

“El Rey D. Enrique mi bisabuelo que Dios dé santo paraíso, por encargo que tenía de un Monasterio de la dicha Orden de Cartuxa, que ovo quemado andando en las campañas de Francia, é por descargo de su conciencia, mandó al Rey D. Juan mi abuelo, que Dios dé santo paraíso, que ficiese un Monasterio cumplido en los sus Reynos de Castilla, según Orden de Cartuxa”

Tal sería el origen de la primera cartuja castellana (sexta de España), y la razón del apelativo “Real” que precede a su nombre hasta el día de hoy.

Seis siglos después

Los descendientes de Enrique II de Castilla, pasando por Isabel La Católica, prosiguiendo con los Austrias e incluso los primeros Borbones, continuaron protegiendo y embelleciendo el cenobio, que alcanzaría su máximo esplendor entre los siglos XVII y XVIII.

El monaterio estuvo habitado continuamente por monjes de la Orden de San Bruno (“cartujos”) hasta su desamortización en 1835. Y luego, vuelto a habitar por monjes, esta vez benedictinos, ya mediado el Siglo XX.

Hoy continuán viviendo allí unos pocos monjes “negros” de la orden de San Benito. Pero, en el Siglo XVII, los monjes, legos y funcionarios dependientes de El Paular eran cientos…

Agua, espiritualidad y riqueza

El monasterio se emplazó junto al tumultuoso río Lozoya, del que aprovechaba sus aguas para la piscicultura, así como para mover un molino en el que, ya desde el Siglo XVI, se fabricaba papel. De hecho, fue esta una de las primeras fábricas de papel del Reino de Castilla, y de allí salieron las páginas en que se imprimió la primera edición del Quijote, en 1605.

Pero, además de papel y pescado, el monasterio producía todo lo que necesitaba para su propio abastecimiento y comercialización de excedentes: tenía huertos, piscifactoría, panadería, tambo, criaba ovejas, vacas, cerdos y gallinas, molinos harineros, talleres de carpintería y herrería, fabricaba sus quesos y sus vinos, producía miel en sus colmenares ….

Ingeniería cartuja

Durante los siglos XVII y XVIII en el entorno de El Paular se desarrollaron infraestructuras hidráulicas notablemente sofisticadas, tanto para la capatación y suministro de agua hacia las dependencias del monasterio y sus huertos, como para su aprovechamiento industrial en batanes y lavaderos.

Hasta siete estanques interconectados, de grandes dimensiones (el mayor con cerca de 3000 metros cuadrados de superficie), ubicados junto a la huerta, se destinaron a la piscicultura, para complementar el recurso pesquero del río y asegurar el suministro de un alimento básico en la dieta de los monjes.

En otro estanque situado junto a la cocina del monasterio, se criaban galápagos a los que se recurría como alimento en períodos de abstinencia, se ofrecían en la mesa a los invitados distinguidos (manjar de reyes), y también a los enfermos en su lecho de convalecencia.

Para abastecer con agua de la mejor calidad al recinto monástico y al sector de legos, se construyó incluso un qanat o “viaje de agua”, ese sistema subterráneo para la capatación y conducción de agua tan característico del Madrid medieval (pero muy utilizado incluso hasta el siglo XIX), que nadie sabe decir a ciencia cierta si fue traído a la península por los romanos, por los musulmanes,o por ambos …

El largo brazo de El Paular

Para enteder la pujanza económica que alcanzó El Paular, es fundamental recordar que los cartujos recibieron de los primeros Trastámaras los derechos para explotar en exclusividad los recursos del río Lozoya, desde su nacimiento hasta el pueblo de Pinilla del Valle, ubicado algunos kilómetros aguas abajo del monasterio.

Y junto con las aguas del río, extensos montes, granjas, labrantíos y pasturas en todo el valle del Lozoya … e incluso llegaron más allá.

En efecto, existieron importantes explotaciones agrícolas dependientes de El Paular en otras localidades madrileñas bastante alejadas de su núcleo original, como Getafe o Talamanca del Jarama.

La enorme granja que administraban en esta última localidad (de la que aún subsisten algunas dependencias) producía abundante cereal, ganado y vino.

Monjes e ingenieros

Los restos pétreos de azudes, canales, compuertas y presas que aún hoy se conservan en las cercanías del Puente del Perdón y en las propias dependencias del monasterio, demuestran un excelente dominio de la ingeniería hidráulica, puesta al servicio de los intereses espirituales y económicos de la cartuja desde un principio.

Por ejemplo, ya en 1396 los monjes adquirieron un molino hidráulico que existía en el paraje conocido hasta hoy como “los batanes”, a fin de transformarlo en aserradero y fragua con destino al suministro de materiales para la construcción del propio monasterio.

Posteriormente, nuevos monjes venidos desde la cartuja de Scala Dei, en Tarragona, aportaron los conocimientos técnicos necesarios para la fabricación de papel.

Ello motivaría la instalación del molino papelero, hacia finales del Siglo XVI o principios del XVII.

Esta actividad industrial se mantendría incluso después de que, en 1835, los  monjes fueran expulsados de El Paular, permaneciendo en manos particulares hasta 1928, cuando se cierra definitivamente luego de trescientos años de historia.

Para seguir recorriendo los paisajes de esta historia…

La Cartuja y el Monasterio Benedictino de Santa María de El Paular. Antonio José Más Guindal Lafarga.  Asociación de Amigos del Real Monasterio de Santa María de El Paular. 2000.

El Agua en la Antigua Cartuja de El Paular. Fernando López Vera. Asociación de Amigos del Real Monasterio de Santa María de El Paular. 2019.

Créditos

Texto y fotografías: HyP.

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