Cuaderno de Peregrino: María, Isidro y su hijo Illén

Tras las huellas de un santo labrador

El domingo, luego de pasear por el «Rastro» madrileño, el Peregrino … siguió otro rastro: el de Isidro Labrador, santo patrono de Madrid.

El primer lugar que encontró fue el Museo de San Isidro y de los Orígenes de Madrid. Está ubicado en lo que queda del palacio de los Condes de Paredes, del Siglo XVI.

Pero siglos antes de que se construyera el palacio renacentista, se alzaba en ese mismo lugar un edificio antiquísimo (y mucho más modesto), que se remontaría por lo menos a la época del Madrid califal.

En la casa del patrón

La tradición asegura que en el Siglo XII se hallaba aquí la vivienda de Iván de Vargas, el antipático patrón (siempre atendiendo a la leyenda) de Isidro Merlo Cortés, humilde labrador y pocero mozárabe que, andando el tiempo y ya secularmente finado, sería beatificado y casi enseguida canonizado como San Isidro Labrador.

Siguiendo con la tradición, en la casa madrileña de su patrón habría vivido San Isidro junto con su esposa, María Toribia, también devenida santa y canonizada siglos más tarde como Santa María de la Cabeza.

Los nobles que construyeron el palacio fundaron una capilla en el lugar exacto donde (según dicen) finó el santo.

El pozo de los milagros.

Labrador, pocero y algo más

Muy cerca de la capilla, existe un patio donde se encuentra el famoso pozo de San Isidro, o pozo de los milagros …

Es un pozo MUY profundo. Los arqueólogos explican que en origen fue un silo subterráneo (hay algunos más en la zona), tal vez de época visigoda, incluso anterior a la fundación árabe de Madrid en el Siglo IX …

Pero la tradición, que nunca se equivoca, dice que en vida de San Isidro se utilizaba como aljibe, lo cual también es muy razonable (y no excluye lo anterior)Sea como fuere, el pozo se hizo famoso por ser escenario de uno de los milagros más conocidos de San Isidro.

De hecho, como buen santo, labrador y pocero, es posible que el bueno de Isidro ejerciera también de zahorí, oficio que ya de por sí tiene algo de milagroso …

Muerto, pero incorrupto

Cuando murió, a Isidro lo enterraron en el cementerio, hoy desaparecido, de San Andrés. Queda todo en la vuelta, muy cerca, porque este lugar era entonces un caserío pequeñito, un arrabal en las afueras de Madrid.

El hombre era muy alto (para aquella época, y para cualquier otra): medía 1,90 m.

¿Cómo se sabe? Bueno, porque cuando todo el mundo se había olvidado de dónde estaba exactamente la tumba, una lluvia torrencial sacó flotando el cajón, con el santo adentro …

Y resultó que el cuerpo estaba … ¡incorrupto! Creer o reventar …

Claro, como estaba incorrupto, y era tan alto, y todo el mundo sabía que por ahí estaba enterrado Isidro, lo reconocieron enseguida …

Desde entonces muestran el cuerpo cada tanto, cuando la fiesta del santo, que se celebra el 21 de mayo.

Está un poco desmejorado, pero bueno, lleva así casi mil años… ¡ya quisiera yo! piensa el Peregrino.

Devociones mal entendidas

Lo único que le falta al cuerpo de Isidro es un dedo del pie, porque cierta vez que Isabel (la católica) fue a rezarle, una de sus damas de honor hizo como que le besaba los pies y le arrancó uno del derecho, para quedárselo … ¡la gente es así!Pero la descubrieron, a la doncella: según la leyenda, los caballos de su carruaje se negaron a cruzar el Manzanares con el despojo hurtado, y el Peregrinbo se pregunta por un momento, qué le habrán hecho a la vandálica obsesa … ¿arrancarle un dedo a ella?

En síntesis, que el dedo fue recuperado. Pero como no se lo podían pegar de nuevo al santo, optaron por colgáselo en una bolsita al cuello.

Sin embargo, finalmente la bolsa con el dedo se perdió; ya se sabe cómo son estas cosas: es cortarle a uno el dedo, para que se le termine perdiendo…

Y no fue aquél el único intento de llevarse un recuerdo del santo …

A principios del Siglo XIV, la esposa de Enrique II (el de Trastámara, el de las Mercedes, el Fratricida, como prefiera llamarlo), Juana Manuel de Villena, trato de quedarse con un brazo de Isidro, nada menos.

Se lo arrancó, incluso, pero finalmente debió devolverlo. Como tampoco se lo podían pegar de nuevo (igual que con el dedo del pie, pero peor), no hubo otra que atárselo lo mejor que se pudo al torso, con un trapo…

Posteriormente, se tuvo más respecto con el cuerpo del santo, porque si bien seguía siendo demandado para que obrara curaciones milagrosas entre los miembros de la casa real, ya no se lo intentó trocear salvajemente, sino que lo llevaban entero al palacio cuando era menester, es decir, cada vez que un rey enfermaba de gravedad.

Las urnas con los restos de San Isidro Labrador (arriba) y de su esposa, Santa María de la Cabeza (abajo, mucho más pequeña) se conservan hoy en la iglesia de la Real Colegiata Real Colegiata de San Isidro, en Madrid.

El descanso final

Tras buscar por un buen rato, el Peregrino descubrió, finalmente, el paradero de los sepulcros de San Isidro Labrador y de Santa María de la Cabeza.

Se encuentran en la (enorme) iglesia de la Real Colegiata de San Isidro, muy cerca de San Andrés, del Museo, y del caserío o poblado donde, al fin y al cabo, vivieron los santos, que hoy es parte del distrito madrileño de La Latina.

Y estuvo de suerte el Peregrino, que justo tocó año jubilar de San Isidro, y entonces pudo llegar hasta la cripta …

La gran urna superior es la de San Isidro (incorrupto, metro noventa, etc.) Y la pequeñita de más abajo (¡ya se sabe, en España hasta los santos son machistas!) es la de su esposa, Santa María de la Cabeza … más pequeña, porque obvio, de ella sólo queda la cabeza (o sea, el cráneo) y poco más.

Historia de un hombre bueno

Isidro Merlo Cortés fue un labrador mozárabe del siglo XII, al que se le atribuyeron muchísimos milagros en vida.

Quizás el más sonado fue hacer subir las aguas de un pozo al que había caído su hijo Illán, salvándole así la vida (es el pozo que hoy se puede ver en el Museo de San Isidro)

Y es que Isidro, hombre trabajador y de buen porte, estaba casado con María Toribia, una alcarreña a la que conoció en Torrelaguna, cuando él huía de los invasores almorávides.

Isidro falleció en 1172, siendo inhumado en el desaparecido cementerio de la iglesia de San Andrés, el arrabal en que vivía.

Su esposa murió tres años después y fue sepultada en una antigua ermita próxima a Torrelaguna, de la cual María había sido camarera, es decir, cuidadora semi ermitaña, durante los últimos años de su vida.

Aunque Isidro no fue santificado hasta el siglo XVI, ya había muerto «en olor de santidad», como se dice, y era venerado tanto por la plebe como por la realeza debido a los innumerables milagros que se le atribuyeron en vida (arriba de quinientos, nada menos)

Avatares post mórtem

Fue en 1212 cuando las lluvias dejaron al descubierto varios enterramientos en San Andrés, entre ellos el de Isidro.

Llevaba ya cuatro décadas finado, pero apareció en buen estado de conservación y con su mortaja casi entera. Se optó, entonces, por depositar su cuerpo incorrupto en el altar mayor de la iglesia.

Pocos años más tarde, aprovechando que el cuerpo milagroso de Isidro estaba tan a mano, se lo comenzó a sacar en procesión, rogando su intercesión para que lloviera cada vez que la sequía apretaba en Madrid (algo bastante frecuente)

La fama milagrera de Isidro fue llegando cada vez más lejos, y también las procesiones, claro, que incluso se prolongaron hasta la Basílica de Nuestra Señora de Atocha.

Y aunque el pueblo deseaba darle un enterramiento digno y definitivo, el cuerpo del pobre Isidro aún fue llevado hasta Casarrubios del Monte, en Toledo, para interceder por la curación del rey Felipe III … quien por suerte sanó, y tuvo a bien devolverlo a su iglesia.

Un arca para el Santo

Fue Mariana de Neoburgo, segunda esposa del infeliz Carlos II el “hechizado” quien, agradecida por alguna ayuda milagrosa, obsequió a fines del Siglo XVII el arca en la que hoy reposan, a buen recaudo, los restos de Isidro, cerrada por nueve llaves, una de las cuales custodia la Casa Real española.

En los años 80 del Siglo XX se abrió nuevamente el arca y, tras comprobar que el cuerpo mantenía un buen estado de conservación, fue devuelto al altar mayor de la Colegiata, donde descansa desde entonces sin que ningún rey haya requerido nuevamente sus servicios personales.

Bajo su arca, en otra tanto más pequeña que cabe entre las patas de la suya, se encuentran los restos de su esposa, Santa María de la Cabeza, llamada así porque lo primero que emergió de su cadáver al destruirse la iglesia donde estaba enterrada, fue su cráneo …

De ella se conservan apenas la calavera y unos pocos huesos: todo lo demás fue robado prestamente de la iglesia donde descansaba, y la historia se pierde más o menos por ahí. Pero, finalmente, los esposos descansan hoy juntos.

Sus representaciones son sacadas en procesión los días 15 de Mayo y 9 de Septiembre, encabezada siempre por María.

Los libros del Peregrino

San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza, su esposa. Domingo Fernández Villa. Everest, 1997.

Créditos

Texto e imágenes: HyP

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