Estas páginas recogen historias que el paisaje narra a quien sepa escuchar…
La Historia se desarrolla en el tiempo y en el espacio. Para estudiarla, entenderla y disfrutarla, debemos saber orientarnos y movernos en ambas dimensiones.
Con respecto al tiempo, nos basta un almanaque para recorrerlo y dibujar, o imaginar, líneas temporales sobre las cuales ordenar sucesos, anécdotas, recuerdos y personajes. Lo podemos hacer sin movernos de casa, cómodamente instalados frente a un libro, un ordeandor, o un cuaderno de apuntes…
Recorrer el espacio, en cambio, requiere de un esfuerzo mayor, pero también puede ser infinitamente más divertido. Y, en todo caso, resulta imprescindible.
Un espacio histórico puede entenderse como una sucesión temporal de paisajes superpuestos (y más o menos mezclados), sobre un mismo locus geográfico.
Para conocer y apreciar un espacio histórico, debemos visitarlo, recorrerlo y aprehenderlo con todos los sentidos: caminar sus senderos, otear sus horizontes, percibir sus aromas, palpar sus piedras, oír sus relatos, convivir con sus habitantes… con todos sus habitantes: personas, plantas, animales, espíritus y esencias.
Busquemos siempre, y procuremos interpretar, los elementos que el paisaje de hoy ha heredado del que fue ayer. Los encontraremos mezclados (y muchas veces camuflados) con los de nuestro presente; si los sabemos distinguir primero, y entender luego, podremos trascender del paisaje actual al histórico, para comenzar a vivir, ahora sí, la Historia.