El Monasterio de San Juan de Duero

Claustro de San Juan de Duero

Cruzando el viejo puente.

Extramuros de la ciudad de Soria, ni bien cruzamos el puente medieval sobre el río Duero, nos encontramos … ¡el monasterio más misterioso de España!

Su claustro, hoy a cielo abierto, es un alarde de originalidad y maestría.

Sobre una de las pandas, desfilan arcos de herradura apuntados; en otra, entrelazados, más allá secantes; en aquél ángulo, románicos de medio punto… ¡cada panda es diferente, y a cual más exótica!

Para asombrar con el dominio de su técnica, los constructores se atrevieron, incluso, a dejar un lazo pétreo colgante, sin columna sobre el que repose… ¡nunca la tuvo, pues no la necesita!

Pero, ¿qué hacen estas arquerías islámicas aquí, en la frontera medieval de los reinos cristianos de Navarra, Castilla y Aragón …? ¡Si, cuando se levantaron, hacía por lo menos un siglo que las tierras sorianas habían sido reconquistadas por los cristianos, arrancándolas para siempre del poder musulmán!

Orígenes controvertidos…

Tal vez los construyeron unos anónimos alarifes mozárabes, cristianos huidos desde las tierras sarracenas de al-Ándalus hacia aquí, hacia el norte, hacia la cristiandad, en los turbulentos tiempos de Alfonso I de Aragón, el temible Batallador …

O, quizá, sea inspiración oriental venida con los caballeros hospitalarios de San Juan de Jerusalén, la orden de monjes guerreros creada en Tierra Santa, durante las cruzadas, que fueron quienes fundaron este monasterio hace novecientos años.

O, tal vez, se adivine aquí la mano de los Templarios, pues también corrieron leyendas que los señalaron como autores del enigmático templo…

… y unos cuantos misterios

Y si misterioso se nos muestra por fuera … ¿qué decir de su interior? ¿Qué representan esas dos cupulillas, una cónica y la otra semiesférica que, a modo de baldaquinos cubren las capillas laterales? ¿Y qué los dragones, grifos, guerreros y demonios maravillosamente tallados en sus capitales?

Habría que preguntarle al cruzado, a ese monje-guerrero cuya tumba se ve a un costado, yacente  con su cruz y su cáliz sobre el pecho…

San Juan de Duero es único en su especie, nada hay ni remotamente parecido a este claustro, ni dentro ni fuera de España, nunca se construyó algo así antes, ni después… Este es su mayor misterio, y por eso vuela la imaginación.

Fronteras de al-Ándalus c. 1080

Los Reinos de Taifas y las fronteras de al-Ándalus hacia el año 1080. Posiblemente, el territorio ocupado por la actual provincia de Soria haya permanecido bajo dominio del reino taifa de Zaragoza hasta fines del Siglo XI. Sin embargo, la expansión del reino cristiano de Aragón pondría fin a esta situación cuando Alfonso I «el Batallador» conquiste Zaragoza en el año 1118 y organice la repoblación de numerosos parajes ubicados en la frontera con el Reino de León, entre ellos el emplazamiento donde crecerá la ciudad de Soria y se levantará el Monasterio de San Juan de Duero. Precisamente en ese mismo año se documenta, por primera vez, la presencia de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén en el reino de Aragón.

Un claustro extraordinario …

Ni bien cruzamos el umbral del monasterio, nos encontramos con un extraordinario claustro, galería porticada hoy a cielo abierto (en origen estuvo cubierta) que rodea un patio central.

En las arquerías del claustro podemos encontrar algunas claves para develar la misteriosa historia del monasterio.

… con arcos para todos los gustos

El sector del claustro construido con arquería de medio punto (es decir, con arcos semicirculares) es el más antiguo y típicamente románico del conjunto.

El investigador Sainz Magaña, basándose en el aspecto del denticulado de algunos capiteles, opina que habría sido levantado por la misma cuadrilla que, hacia la primera mitad del Siglo XII, construyó el antiguo claustro de la muy cercana concatedral de San Pedro de Soria.

Siguiendo esta propuesta, la construcción del claustro habría comenzado antes de la llegada de la Orden Hospitalaria, finalizándose ya bajo su dirección, tras un período de interrupción de las obras.

Arquería de medio punto, probablemente el sector más antiguo del claustro.

 

La disposición del claustro o galería porticada, junto a la iglesia y rodeando un patio o jardín central, es típica de los monasterios medievales. Podía utilizarse para cultivar verduras, hierbas medicinales o culinarias, así como para descanso y esparcimiento de los monjes. Sus galerías servían, frecuentemente, como lugar de enterramiento para los miembros de la comunidad.

En el lateral o «panda» norte del claustro se ubica el acceso a la iglesia, el único edificio del monasterio que ha llegado hasta nuestros días.

Arquerías mozárabes simples…

Compartiendo escenario con los típicos arcos románicos de medio punto, encontramos tipologías mozárabes, vinculadas al mundo hispanomusulmán de al-Ándalus.

Los arcos túmidos (esto es, de herradura apuntada) continúan y completan la panda norte del claustro y se prolongan también por la panda oriental.

Entre ambas pandas, que se encuentran en una esquina achaflanada, se abre un vano que exhibe este mismo estilo.

Diversos investigadores datan la construcción de estas arquerías entre principios y mediados del Siglo XIII, separada al menos medio siglo de la ejecución de las más antiguas de medio punto.

Arquería de tipo túmido, es decir, con arcos en forma de herradura apuntados o «quebrados» en su vértice superior. Son fruto de una elegante combinación entre el típico arco de herradura islámico y el arco apuntado gótico, más moderno.

… y entrelazadas

Los arcos túmidos conforman casi las tres cuartas partes de las arquerías del claustro.

Sin embargo, además de los arcos túmidos simples, en San juan de Duero los magistrales constructores levantaron arcos túmidos entrelazados, como si de una lacería continua se tratara.

Estos maravillosos rizos de piedra vuelan entre pilares alternos (uno sí, otro no) sin tocar el intermedio, formando un lazo que deja un hueco con forma de gota sobre cada pilar.

En una ocasión, incluso, con verdadero alarde del dominio constructivo, uno de estos lazos queda suspendido en el aire… ¡sin columna que lo sostenga!

Se genera así, mágicamente, uno de los vanos que dan acceso desde la galería hacia el patio central.

Claustro de San Juan de Duero

Los arcos entrelazados confieren un carácter singular e inconfundible al claustro de San Juan de Duero. De hecho, el cenobio es también llamado, simplemente, «Arcos de San Juan».

No se trata de un error, ni se ha perdido una columna. Al contrario, los hábiles constructores del claustro decidieron omitirla, generando así un original pasaje entre la galería y el patio.

Una atmósfera exótica envuelve a San Juan de Duero. Sus estilizadas formas árabes parecen trasplantadas directamente desde al-Ándalus a estas tierras sorianas. Tal vez fue su artífice algún alarife mozárabe, un cristiano huido del sur islámico hacia el norte ya reconquistado por la cruz. O, quizá, el estilo haya pervivido por generaciones en estos territorios que alguna vez también estuvieron bajo dominio musulmán…

 

… O tal vez, en fin, los monjes hospitalarios que dirigieron su construcción se inspiraron en estilos y formas que habían conocido siendo caballeros cruzados en Tierra Santa.

Más variaciones

Además de los arcos entrelazados con bucle, el claustro de San Juan nos muestra otro tipo de arco túmido, el de entrelazados tangentes.

En éstos, el apuntamiento es muy leve, y el bucle desparece al incidir los arcos tangencialmente entre sí sobre los pilares, y cortándose más arriba entre pilar y pilar (por eso, se dicen secantes), conformando arcos más pequeños en su interior.

También aquí el trazado es en doble dovelaje, es decir, se pueden ver como dos arquerías corriendo simultáneamente a lo largo de las pandas.

Algunos autores consideran que estas arquerías túmidas secantes son las más esbeltas y gráciles de todo el conjunto.

Arcos túmidos entrelazados, con arranques tangentes sobre cada columna.

Estas arquerías corridas dibujan auténticas lacerías pétreas, que inmediatamente evocan diseños decorativos orientales y andalusíes muy comunes en otros soportes materiales, como en muchos frisos o arrocabes de espléndidos artesonados mudéjares, en tapices bordados o en delicadas piezas de eboraria.

Y ahora, pasemos a la iglesia…

La iglesia es, naturalmente, más primitiva que el claustro exterior.

Constituye el edificio principal y más importante de todo monasterio, lo primero que necesita la comunidad monástica, ni bien se instala en un nuevo solar, para atender a sus necesidades espirituales: los oficios religiosos, en torno a los cuales giran y quedan supeditadas todas las restantes actividades.

La construcción de una nueva iglesia comienza siempre por la cabecera, el ábside del templo orientado hacia el este, donde se aloja la parte más sagrada del recinto, el sanctasanctórum.

El sencillo y algo intrigante aspecto interior de la iglesia de San Juan de Duero.

Algunas fechas

Esta iglesia comenzó a construirse, según algunos investigadores, a principios del siglo XII (otros, la retrasan hasta mediados de esa centuria), posiblemente reutilizando una iglesia aún más antigua, que existía en ese mismo lugar.

Pero los dos templetes o baldaquinos que, a modo de sendas capillas, flanquean el paso de la nave a la cabecera, bajo el arco de triunfo, son posteriores a esa etapa fundacional.

Los estudiosos del templo los fechan en el entorno del año 1200. Sus toscas bóvedas, recubiertas de cruda argamasa, son extrañamente distintas: semiesférica la del lado del Evangelio, cónica el de la Epístola (izquierda y derecha, respectivamente, del altar mayor)

Buscando interpretaciones

Desde el punto de vista arquitectónico, estos baldaquinos constituyen una rareza exótica, a medio camino evolutivo entre el románico y el gótico: los nervios internos de las bovedillas, desmesuradamente gruesos, no cumplen función estructural alguna.

Parecería que el alarife a cargo de su construcción quiso imitar algo novedoso que había visto, aunque sin entender cabalmente su función.

Sin embargo, desde el punto de vista religioso, constituyen elementos típicos de la liturgia cristiana oriental, lo cual mueve a pensar que pudieron ser introducidos por los propios monjes hospitalarios llegados desde Tierra Santa, a través del sur de Italia o, tal vez, por los invasores musulmanes desde el norte de África.

Los nervios internos, estructuralmente innecesarios y desproporcionados, en la cúpula de uno de los baldaquinos.

Raras avis

En cualquier caso, los altares baldaquinados resultan rarísimos en tierras hispanas, sin continuidad ni casi símiles conocidos, pudiendo citarse como excepción la iglesia zamorana, también de origen hospitalaria, de  Santa María Magdalena.

No obstante, más allá de su peculiar diseño, estos baldaquinos cumplirían una función bien conocida en el antiguo rito hispánico o mozárabe, que se remonta al siglo VI, en pleno período visigótico.

Probablemente sirvieran para tender entre ellos un barrote, del cual pendería una cortina o velo a modo de iconostasio, que se cerraba durante la consagración para separar el sanctasanctórum del resto de la nave. Se ocultaba de este modo esa parte culminante de la ceremonia, junto con el sacerdote que la oficiaba, al resto de los fieles.

Innovaciones resistidas

Aunque oficialmente la liturgia hispánica había sido progresivamente sustituida por la romana a lo largo del Siglo XI, especialmente a partir del reinado de Alfonso VI (1065 – 1109), seguiría de todos modos perviviendo en muchas regiones, donde el nuevo rito era mal conocido o, directamente, resistido.

Por otra parte, se observaba la norma de no celebrar más de una eucaristía al día en un mismo altar.

En el monasterio de una orden orden militar, como era la hospitalaria, convivían varios sacerdotes; ello conllevaría la necesidad de multiplicar la cantidad de altares disponibles.

Finalmente, siendo que cada baldaquino cobijaba un altar, posibilitaban oficiar simultáneamente en ambos.

Más simbolismos…

Más allá de estos aspectos funcionales vinculados con el rito, el conjunto de los dos baldaquinos laterales con sus respectivos altares, y el altar mayor entre ambos, reviste un claro valor simbólico, aludiendo a la Trinidad.

Cada altar tenía, seguramente, su propia advocación; un documento del año 1655 nos informa que el del Evangelio estaría dedicado a San Juan, mientras que el de la Epístola era llamado “el de Nuestra Señora”.

Capiteles y más capiteles…

En San Juan de Duero abundan los capiteles decorados, tanto en el interior de la iglesia como en el claustro. Historiados y/o exhibiendo motivos vegetales, algunos de ellos son de muy buena factura.

En los capiteles del baldaquino del lado de la epístola se representan episodios del Nuevo Testamento, inspirados, principalmente, en el Evangelio de San Lucas.

Conforman un claro programa iconográfico, que incluye los siguientes episodios fundamentales del credo cristiano distribuidos en los cuatro capiteles de este baldaquino:

    • El ciclo de la Natividad: Anunciación, Visitación, Nacimiento, Anuncio a los pastores y Epifanía o adoración de los reyes… ¡todo ello desarrollado, de izquierda a derecha, en las caras de un mismo capitel!
    • La Huida a Egipto.
    • La Degollación de los Inocentes.
    • La Asunción de la Virgen; en este caso, la fuente que inspiró al anónimo autor del capitel es el evangelio apócrifo del pseudo-José de Arimatea.

En las caras de uno de los capiteles del baldaquino de la epístola, se representa el ciclo de la Natividad.

Monstruos y banquetes

En contraposición, bajo la cúpula semiesférica del baldaquino del evangelio, los capiteles abundan en monstruos y criaturas fantásticas.

Encontramos aquí harpías o sirenas coronadas, dragones que luchan contra caballeros, una hidra de siete cabezas, un centauro, aves fantásticas…, pero también vemos representado el Banquete de Herodes y la Degollación del Bautista, ambas escenas inspiradas en el Evangelio de San Mateo.

La presencia superlativa de San Juan en este sector destacado de la iglesia se explica por tratarse del santo patrón de los caballeros hospitalarios. Al Bautista estaría dedicado, precisamente, el altar situado bajo este baldaquino.

El Banquete de Herodes representado en uno de los capiteles del baldaquino posiblemente consagrado a San Juan Bautista, en el lateral del evangelio de la iglesia.

En la primera escena, el tetrarca Herodes Agripa, coronado y con barba, preside su banquete de cumpleaños y sostiene un cuchillo.

Lo acompañan su antigua cuñada y luego esposa, Herodías, y la hija de esta última, Salomé.

Junto a ellos, un soldado con cota de mallas sujeta a San Juan por el cabello y se dispone a cortarle la cabeza con la espada que blande en su mano derecha.

El ave fantástica, con el pico abierto, que aparece en otra de las caras de este mismo capitel, quizá aluda simbólicamente a la muerte corporal.

Estas escenas se inspiran directamente en el episodio bíblico del baile de Salomé, durante el cual ella obtiene de Herodes la orden de que se degüelle al Bautista (y que luego se le entregue su cabeza en una bandeja), por haber criticado la unión del tetrarca con quien había estado casada antes con su hermano.

Harpías y centauros,  hidras y dragones…

Las harpías (o arpías) son monstruos mitológicos, cuyo origen se remonta a la antigüedad clásica del mediterráneo oriental.

Algunas de sus menciones más primitivas las encontramos en la literatura y el arte griegos, atormentando al ciego Fineo en la saga de los argonautas, o tentando con sus cantos a los marinos en la epopeya homérica de Odiseo.

Aunque en su origen se las representó como aves de rapiña con cabeza de mujer, veinte siglos mas tarde el artista medieval las mostró, a menudo, con testa masculina y barbada, e incluso en ocasiones coronada.

Así se nos aparecen, precisamente, en uno de los capiteles de la iglesia de San Juan de Duero, más precisamente en el segundo del baldaquino del lado del evangelio.

Si bien el carácter polisémico de los monstruos y seres fantásticos tan frecuentemente representados en el románico hacen punto menos que imposible atribuirles un significado unívoco, muchos investigadores ven en las harpías un símbolo de la tentación, del pecado y de la encarnación del mal.

Cuatro arpías o sirenas coronadas, una de ellas con barba, emparejadas y con los rabos entrelazados. Estos monstruos híbridos, con cabeza humana y cuerpo de ave, fueron profusamente representados en el románico hispano.

Compartiendo el capitel con las harpías, encontramos en otras de sus caras a dos parejas de grifos alados, con cabeza de león, orejas de gato, y colas serpentinas entrelazadas.

Nuevamente, se nos escapa la intención explícita del artista o del promotor de la obra que decidió ubicarlos en este lugar. Tal vez debamos ver en ellos una representación simbólica del pecado de la seducción.

En el tercer capitel del lado del evangelio, un caballero protegido con cota de malla enfrenta, espada en mano, a un temible dragón.

Bajo el dragón asoma, además, un personaje antropomorfo con cabeza de animal, portando un escudo.

En la cara contigua del mismo capitel, otros dos dragones entrelazan sus colas, espalda contra espalda, como si de sendos reflejos especulares se trataran.

El binomio caballero-dragón remite normalmente a la figura de San Jorge venciendo al dragón-demonio, paráfrasis de la lucha del bien contra el mal, de la virtud contra el pecado, etc.

Dragones enfrentados por un caballero, a quien asiste un escudero con cabeza de animal. Como en la mayoría de las representaciones fantásticas, ignoramos el significado último de cada detalle, tal vez símbolos enigmáticos de un lenguaje arcano u olvidado.

El cuarto capitel del baldaquino del evangelio exhibe a una hidra de siete cabezas. Además, flanqueando por la derecha al monstruo multitestado, descubrimos un centauro vestido con camisa, portando carcaj y flechas.

Detrás del centauro aparece un ser alado, más pequeño. Finalmente, a la izquierda, dos soldados pelean con otra hidra más pequeña.

Hidras

Una hidra o serpiente de siete cabezas, con reminiscencias apocalípticas, se enfrenta a un caballero armado en el cuarto capitel bajo el baldaquino del evangelio.

Las hidras, serpientes o dragones multitestados han sido escasamente representados en el románico. Pueden ponerse en relación con el Apocalipsis de San Juan, el último libro canónico del Antiguo Testamento.

En efecto, las profecías apocalípticas inspiraron a los ilustradores de los beatos medievales iluminados, anteriores cronológicamente a este capitel, que representaron a la Bestia como un dragón o serpiente multicéfala.

Los centauros, en cambio, son mucho más abundantes en el arte medieval hispánico. Podrían revestir un carácter ambivalente o dual: humano / bestial, racional / irracional, positivo / negativo.

En particular, el centauro sagitario (es decir, armado de arco y flecha) suele asociarse a lo negativo, considerando su brutalidad o salvajismo, aunque cuando se lo representa confrontando a las arpías o sirenas se convierte en luchador contra el mal.

Tal vez por ello, algunos autores creen que, en el contexto de San Juan de Duero, el centauro podría interpretarse como un avatar del propio Cristo.

Otros autores defienden, en cambio, que en el ámbito hispano medieval de confrontación secular entre cristianos y musulmanes, el centauro estaría encarnando al enemigo islamita, para destacar en él su salvajismo y brutalidad animal, representado con armas características de los guerreros musulmanes, el arco y la flecha.

Crueldades bíblicas

La Degollación de los Inocentes, uno de los episodios bíblicos más representados durante la baja edad media, se despliega sobre dos caras de uno de los capiteles.

En el centro, Herodes I el Grande sostiene una espada y se mesa las barbas, pensativo, mientras escucha el consejo del demonio alado con cuernos de cabra, patas de ave y faldellín emplumado, que lo insta a ordenar el holocausto de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén.

Herodes, aconsejado por el demonio, ordenará dar muerte a todos los niños menores de dos años nacidos en Belén.

Las dos escenas que lo rodean recrean la crueldad y el dramatismo del relato, representando a un guerrero dando muerte a un niño frente a su madre quien, impotente, se rasga las mejillas en expresión de dolor.

En la misma escena a otra madre le es arrebatado su hijo, mientras que una tercera implora piedad a Herodes besándole la mano.

 

Nuevamente en el claustro

También en el claustro podemos observar algún capitel historiado o figurativo.

Sin embargo, en contraposición con el interior de la iglesia, aquí afuera abundan más los decorados con motivos vegetales tales como palmetas (símbolo de Jerusalén), pequeñas hojas y frutos invertidos, piñas, racimos, etc.

En ocasiones, la decoración vegetal aparece combinada con aves, algo bastante común en el románico hispano.

 

Encestados o cordones dibujando lacerías sin principio ni fin.

 

Hojas estilizadas de palmera o «palmetas», vinculadas iconográficamente con Jerusalén y con la figura de Cristo.

En otros casos, la decoración representa encestados, cordones o lacerías, a veces combinados con rombos, conchas y flores.

Las redes de tallos continuos y entrelazados remiten, probablemente, al arte musulmán, simbolizando aquello que permanece por siempre sin tener principio ni fin… quizá una alusión a la divinidad, cuya representación antropomórfica le ha sido vedada al artista musulmán.

Las tumbas…

En el interior de la iglesia, del lado del evangelio, encontramos un nicho bajo arco de tipo escarzano (es decir, un sector de arco rebajado, con amplitud menor a 180 grados)

Este arco protege una lápida en la que observamos la figura tallada en relieve de un monje, con cáliz y cruz sobre el pecho.

Seguramente, en su origen existió un sarcófago elevado hasta el nivel de la moldura que aún se conserva, tal vez con un frente decorado.

Nicho o arcosolio bajo arco rebajado, en el cual se conserva una lápida o, tal vez, la tapa de un sarcófago que no ha llegado hasta nosotros.

Lápida con talla en relieve que representa a un monje, tal vez un prior o abad del convento, portando cáliz y cruz sobre el pecho.

El investigador Ángel Almazán propuso que se trataría de la tumba de un prior o abad de la orden de los Caballeros Hospitalarios del Santo Sepulcro de Jerusalén, monjes-guerreros cruzados que fundaron esta orden de caballería en Tierra Santa, a finales del Siglo XI.

Los Hospitalarios se establecieron en Soria durante las primeras décadas del Siglo XII, donde construyeron el monasterio de San Juan en pleno período de repoblación aragonesa del territorio, tal vez sobre los restos de un templo anterior.

El sepulcro en cuestión podría datar del Siglo XIV, del XV, o tal vez de principios del XVI.

Arcosolio bajo arco gótico o apuntado ubicado en el exterior de la iglesia, en su muro meridional.

La tumba, hoy vacía, presenta cabecera antropomorfa. Posiblemente su construcción sería ligeramente posterior a la de la iglesia, lo cual sería compatible con la conjetura de que albergó al promotor de la última etapa constructiva del claustro.

En el exterior de la iglesia, en la galería norte del claustro, también encontramos los restos de una tumba, resguardada esta vez por un arcosolio apuntado.

La tumba, hoy vacía, es de lajas, con forma aproximadamente trapezoidal y cabecera antropomorfa.

Se ha conjeturado que podría haber albergado la sepultura de quien encargó la construcción o terminación del claustro.

Algunos investigadores datan ambos sepulcros en el Siglo XIV, período considerado como el de mayor esplendor del monasterio.

Leyendas románticas

En pleno Romanticismo decimonónico, cuando los Arcos de San Juan eran ya una ruina enigmática y abandonada, Gustavo Adolfo Bécquer se hizo eco de la tradición que atribuía a los caballeros Templarios la construcción del monasterio.

Hoy sabemos que no fue así, aunque los Templarios efectivamente tuvieron su propio cenobio en Soria – el de San Polo, del que se conserva su iglesia. Y también lo tuvieron sus hermanos de cruzada, los Hospitalarios, al igual que los caballeros de la Orden de Calatrava.

En todo caso, la historia de este extraordinario edificio, repleta de huecos, interrogantes y misterios, abandonado en el Siglo XVIII luego de seiscientos años de construido y sin que sepamos exactamente por qué, bien pueden llenarse imaginativamente con el relato del poeta sevillano.

En las proximidades, Gustavo Adolfo Bécquer encuentra inspiración en los Arcos de San Juan de Duero (como también se conoce al monasterio), para componer la terrorífica leyenda del Monte de las Ánimas.

El verdadero Monte de las Ánimas

El Monte de las Ánimas se sitúa al este del monasterio, detrás de la cabecera de la iglesia.

Fue llamado así debido a que los rendimientos económicos obtenidos de su explotación se destinaban a sufragar misas por las almas (“ánimas”) de los difuntos.

Desde su altura, el Monte de las Ánimas brinda vistas privilegiadas del cenobio, permitiendo apreciar mejor el conjunto y disposición general de la iglesia y el claustro.

El paraje inspiró a Bécquer durante sus estancias en Soria, ciudad que frecuentó desde 1859. Su imaginación, impregnada del Romanticismo, dio como fruto la conocida Leyenda del Monte de las Ánimas.

Caballeros y fantasmas

Publicada en 1861, en esta leyenda el poeta recoge la tradición apócrifa del origen templario del monasterio.

Bécquer atribuye la denominación del vecino monte a la lucha que, eternamente, rememoran las almas de los caballeros cruzados y los nobles sorianos. Esto ocurre, al caer la noche, en la víspera del Día de Difuntos.

Más allá de toda leyenda, cierto es que el propio claustro sirvió durante siglos como lugar de enterramiento para los monjes de San Juan de Duero. Algo, por otra parte, absolutamente normal en los monasterios medievales.

En diversos trabajos de restauración y acondicionamiento realizados en el claustro desde 1978, se han localizado hasta quince tumbas en el patio y galerías adyacentes (además de los sepulcros ya conocidos)

Su cronología abarca desde el Siglo XIII al XV.

Todas ellas se orientan de Este a Oeste, y están construidas con lajas laterales, cabeceras antropomorfas y coberteras de piedra caliza.

La mayoría de estas tumbas no fueron abiertas. De hecho, es muy probable que existan más en el entorno del claustro, o bajo el suelo de la propia iglesia.

Un nevero…

Al pie del Monte de las Ánimas, y casi llegando a la tapia del monasterio, encontramos los restos de un nevero.

Se trata de una edificación subterránea tradicional, destinada a almacenar y conservar nieve durante la mayor parte del año, sobre todo para uso medicinal.

Las personas encargadas de su gestión, que normalmente era ofrecida en concurso público. Debían recoger la nieve más limpia recientemente caída y acarrearla hacia este depósito.

La nieve se vertía en el pozo y se compactaba por capas, intercalando paja entre ellas. Esto mejoraba la aislación térmica y reducía la pérdida por fusión de la nieve.

El precio de a nieve se tasaba, dependiendo seguramente de la época del año y de su disponibilidad.

Es posible que la administración de este nevero haya estado a cargo del Monasterio de San Juan. En la ciudad de Soria se identificaron otros dos más, el más importante ubicado junto a los antiguos depósitos de agua del castillo medieval.

 

Los orígenes de San Juan de Duero en su contexto histórico.

Los orígenes de San Juan de Duero en su contexto histórico.

Para seguir recorriendo los paisajes de esta historia…

Guía Artística. Monasterio de San Juan de Duero. Soria. Historia y Descripción. Elías Terés Navarro. Asociación de Amigos del Museo Numantino. 2021.

El Monte de las Ánimas. Gustavo Adolfo Bécquer. Colección Soria, 1861. https://iescomplutense.es/wp-content/uploads/2010/10/El-monte-de-las-%C3%A1nimas.pdf

Los orígenes de la ciudad de Soria. María del Carmen Martínez Hernando. Geographicalia, ISSN 0210-8380, Nº 21-24, 1984, págs. 3-24.

Románico Romántico. Apuntes de la provincia de Soria. Josemi Lorenzo Arribas. Millán y Las Heras Editores. Soria, 2019.

Créditos

Texto y fotografías: HyP, excepto:

Capitel del baldaquino meridional. José Luis Filpo Cabana, CC BY 4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/4.0>, via Wikimedia Commons https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/8/80/Huida_a_Egipto%2C_San_Juan_de_Duero_%28Soria%29.jpg

Capitel de los dragones. GFreihalter, CC BY-SA 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0>, via Wikimedia Commons    https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Soria_San_Juan_de_Duero_Kapitell_3a_271.jpg

Los Reinos de Taifas hacia el año 1080 (mapa):Tyk, CC BY-SA 3.0 <http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/>,via Wikimedia Commons https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Reinos_de_Taifas_en_1080.svg

Expansión de los reinos de Castilla y Aragón hacia mediados del Siglo XII: Tractat de Tudilén -1051-.svg: Dbenitez (talk · contribs)derivative work: Rowanwindwhistler (talk) work: Rowanwindwhistler, CC BY-SA 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0>, via Wikimedia Commons https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/2a/Tractat_de_Tudil%C3%A9n_-1151-es.svg

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