Atalayas en la sierra madrileña

Atalaya de Venturada

Guardianes de piedra.

Durante más de mil años esta atalaya ha vigilado ceñuda, desde aquí, la sierra norte de Madrid.

La construyeron los emires y califas hispanoárabes de Córdoba, entre los siglos IX y X, para evitar que los guerreros cristianos cruzaran impunemente la sierra desde el norte hacia el sur, en dirección a Toledo.

En cuanto avistaba a las huestes enemigas aproximándose desde alguno de los pasos serranos, guiñaba con ayuda del fuego, del humo o de espejos a sus hermanas más cercanas, diseminadas por toda la sierra.

El Berrueco, Arrebatacapas, el Vellón, Torrelodones, el Molar, Malsobaco, Santorcaz, Peña Muñana… y, seguramente, muchas otras que no han llegado hasta nuestros días.

En algunos casos, sólo la toponimia del lugar nos permite sospechar que también allí se alzó, tal vez, uno de estos guardianes de piedra: Torremocha, Torrelaguna, Torrejón….

Siempre alertas

Las atalayas alertaban del peligro a las fortalezas de Buitrago, Talamanca, Alcalá y Mayrit (hoy, Madrid), entre otras, para que desde allí los guerreros musulmanes de la Marca Media califal salieran al paso de los osados invasores cristianos.

Pero, finalmente, no pudieron evitar que la Cruz derribara a la Media Luna y la arrojara de Hispania hacia el otro lado del estrecho, hacia tierras africanas.

En el año 1085, dos siglos después de construidas estas atalayas, y pasados ya los días de esplendor del Califato de Córdoba, los ejércitos cristianos al mando de Alfonso VI de Castilla (aquél rencoroso rey del Cid Campeador) las rebasó y puso sitio a Toledo, por entonces la capital de un debilitado reino taifa.

Tras prolongado asedio, la ciudad cayó y tras ella toda la región, con sus villas, fortalezas y atalayas, se rindieron en poco tiempo a los cristianos.

No obstante, al-Ándalus seguiría resistiendo el empuje de la cruz durante otros cuatrocientos años, cada vez más debilitado, cada vez más encogido… Hasta que, finalmente, su última y más bella fortaleza, la Alhambra de Granada, también cayó rendida a los pies de Isabel y Fernando, en 1492.

Torrepedrera

Atalaya de Torrepedrera, próxima a El Berrueco.

Arrebatacapas

La atalaya de arrebatacapas es una de las más conocidas y mejor conservadas de la sierra norte madrileña.

Se ubica en el término municipal de Torralaguna (si bien alejada varios kilómetros del casco urbano), a unos 50 km al noroeste de la Capital.

Atalaya de Arrebatacapas, ubicada al NW de Torrelaguna.

La palabra “atalaya” deriva del árabe “talai”, que quizá pueda traducirse como “pequeña torre de vigilancia”, definición que describe perfectamente el aspecto y función de estas construcciones.

Desde Arrebatcapas se controla perfectamente el paso por el cercano arroyo de San Vicente.

Además, enlaza visualmente con su hermana de Torrepedrera, próxima a el Berrueco, la más septentrional de las atalayas conocidas, encargada a su vez de vigilar el acceso desde Somosierra por el valle del río Lozoya.

Aspecto exterior actual de la atalaya de Arrebatacapas

Sencillas y funcionales

Apoyada directamente sobre la roca viva, Arrebatacapas se alza sobre una característica “zarpa” islámica, es decir, un cimiento que rebasa, en todo su perímetro, el espesor del muro que sobre él se apoya.

Por dentro, se organizaba en tres plantas separadas por entrepisos de madera y comunicadas mediante escaleras interiores.

Su muro está construido “a soga y tizón” esto es, alternando la dirección de los bloques de piedra alargados: unos por su lado más largo (soga) y otros por el más corto (tizón), logrando una excelente trabazón; algo característico, asimismo, de la construcción hispanoárabe.

En la pared interior se observan perfectamente los machinales, orificios donde se alojaban los extremos de las vigas que sustentaban los entrepisos. De ellos se han podido recuperar restos de madera que permitieron confirmar, mediante la técnica de carbono-14, la datación de esta atalaya en torno al año 1000.

La única comunicación con el exterior era la puerta de acceso, elevada originalmente unos dos metros y medio con respecto al suelo circundante, a los efectos de facilitar su defensa.

La puerta comunicaba normalmente con la segunda planta de la construcción, y en origen se elevaba incluso a mayor altura de la que hoy vemos, debido a la acumulación secular de sedimentos que se ha producido en su entorno.

Por ello, para permitir el acceso al interior de la atalaya, probablemente se descolgaba (y luego se recogía) una escalera de mano a través de esta abertura.

Desde la plataforma superior, protegida por un parapeto que no se ha conservado, la guarnición vigilaba el territorio circundante.

Mantenía contacto visual con algunas de las atalayas más cercanas, emitiendo señales ópticas o luminosas para trasmitir información relevante.

Venturada

Esta atalaya tiene una estructura bastante similar a las de sus hermanas, aunque el cuerpo acusa un perfil algo más tronco-cónico.

Originalmente tuvo hasta cuatro cuerpos en altura, aunque del tercer piso sólo quedan unos pocos restos visibles.

En la base, sus poderosos muros alcanzan hasta un metro y medio de espesor.

Atalaya de Venturada

Construida como una prolongación del peñasco rocoso sobre el que se asienta, en un entorno muy arbolado, desde aquí se visualizan perfectamente las sierras de la Cabrera y la Pedriza, los cerros Mondalindo y de San Pedro… los atardeceres deparan, a menudo, vistas espectaculares.

Desde la atalaya de Venturada se vigilaba la cabecera del río Guadalix y el acceso desde el puerto serrano de la Fuenfría.

Origen y función de las atalayas

La atalaya de Venturada es una de las más cercanas a Talamanca de Jarama, el principal enclave fortificado de la zona y asiento de una importante guarnición musulmana.

Desde Talamanca se coordinaba el sistema defensivo de la sierra norte, integrado en el limes militarizado del califato, conocido como Marca Media.

Pero existieron muchas más, diseminadas por toda la sierra norte de Madrid y concentradas especialmente en las cabeceras de los valles, siempre atentas a los movimientos en los pasos serranos.

Vigilando los pasos por donde asoman cristianos

Desde estos torreones se vigilaban, precisamente, los puertos de Guadarrama o La Tablada (Balat Humayd), Somosierra (Fayy al-Sarrat) o la Fuenfría.

La Talamanka islámica, en particular, constituía el principal centro de control en el valle del río Jarama, y seguramente desde allí se destacaban las guarniciones a cargo de esta y otras atalayas cercanas.

Más al norte, ya en plena sierra y controlando el paso de Somosierra, la fortaleza de Beg Tareco (Buitrago de Lozoya) servía de avanzada y complemento para este sector del sistema defensivo.

Por el sur, Talamanka articulaba con Alkal’a Nahar (Alcalá de Henares) y Mayrit (Madrid) El objetivo principal de esta red de fortificaciones era proteger y asegurar el control de Tulaytulah, la vieja capital visigoda, la levantisca Toledo.

Emires y califas

El califato omeya de Córdoba fue establecido por Aberramán III en el año 929, prolongándose hasta 1036. Alcanzó su mayor esplendor durante los reinados del fundador y de su hijo, Alhaken II, quien murió en 976.

El califato de Córdoba hacia el año 1000 y sus límites con los reinos cristianos del norte peninsular.

Los territorios del califato ubicados a lo largo de las fronteras con los reinos cristianos altomedievales se organizaban administrativamente en tres “marcas” (alta, media e inferior)

Por su condición de frontera “caliente”, ámbito del secular enfrentamiento entre el Islam y la Cristiandad, estas demarcaciones administrativas conformaban en su conjunto un limes militarizado.

Entre los siglos IX y XII, su ubicación y extensión se fue modificando, de acuerdo con los avatares de la reconquista.

Un testimonio casi contemporáneo

“Entre éxitos totales y desbordante júbilo, an-Nasir completó su plan de mejoras en la Marca (…) , guarneciendo las fortalezas musulmanas y asegurando los confines, disponiendo atalayas y puestos de observación en los puertos y vados por donde pasaba hacia ellos el enemigo (…) entre Guadalajara y Talavera”…

Así nos recuerda el historiador andalusí Ibn Hayyan (987 – 1076) la fundación de atalayas y fortalezas para asegurar la Marca Media, al norte de Toledo.

Con el nombre de an-Nasir, nuestro cronista se refiere al califa Abd al-Rahman (Abderramán) III, quien gobernó al-Ándalus desde Córdoba entre los años 912 y 961.

El erudito cronista, nacido en Córdoba y fallecido con más de noventa años de edad, fue contemporáneo de Hisam II, de Almanzor, y también del colapso del Califato de Córdoba.

Cuando Ibn Hayyan escribe, había transcurrido apenas un siglo desde los sucesos que describe en este extracto de su magna obra.

La conformación de la Marca Media madrileña

Durante los Siglos X y XI, el sector central de este limes, conocido como “Marca Media”, discurrió por el llamado sistema central, cordillera serrana que separa la sub-meseta norte de la sur, entre las actuales provincias de Madrid (al sur), de Ávila y Segovia (al noroeste)

Su capital se fijó en la ciudad de Toledo.

Obviamente, la sierra de Guadarrama y su prolongación hacia el NE (Somosierra o sierra norte de Madrid) constituía una barrera defensiva natural que los gobernantes de al-Ándalus fortificaron ya desde el Siglo IX.

Para ello, construyeron y/o ampliaron atalayas y fortalezas, como Mayrit, Calatalifa, Talamanka y Alkal’a Nahar, con puestos de vigilancia y avanzadas hacia los pasos serranos más importantes, como el de La Tablada, Guadarrama, Fuenfría o Somosierra.

Sistema defensivo de la Marca Media en la sierra norte madrileña.

El origen musulmán de Madrid

Recordemos, Abderramán I había fundado el emirato omeya de Córdoba, independiente de Damasco, en el año 756.

Su lejano descendiente, Abderramán III lo elevaría a la categoría de califato y al cenit de su poder, bastante más tarde, en el año 929.

Sin embargo, en la segunda mitad del Siglo IX, el emirato enfrentaba un doble problema: dentro y fuera de sus fronteras.

En efecto, las frecuentes intrigas y rebeliones de los mozárabes toledanos (cristianos que vivían en territorio musulmán) se coordinaban con las atrevidas incursiones que el rey de Asturias, Ordoño I, realizaba desde el norte, ingresando por los pasos serranos de Guadarrama, como La Tablada o Somosierra.

Tras sofocar en el año 854 (otras fuentes hablan del 858) una gran rebelión mozárabe, derrotando a las huestes combinadas astur-toledanas en la batalla del arroyo Guazalete, el emir Muhammad I decide reforzar el control de los territorios situados entre Toledo y la sierra de Guadarrama.

De este modo, dificultaría las comunicaciones entre los toledanos y el reino cristiano de Asturias, previniendo además la invasión de al-Ándalus desde ese flanco. Toma forma, así, la Marca Media.

Integración hipotética y plausible, en el sistema defensivo de la Marca Media, de diversos restos materiales e indicios topológicos conocidos en la actual provincia de Madrid.

Una almudaina

Mayrit nace precisamente en ese contexto, como una ciudadela o “almudaina” destinada a proteger la “frontera norte de Toledo”, al igual que otras similares con las que se complementaba estratégicamente.

Es el caso de Talamanka en el valle del río Jarama (con categoría, incluso, de ciudad o “medina” fortificada, a diferencia de Mayrit); Beg Tareco (Buitrago) sobre el Lozoya, controlando el paso de Somosierra; Qal’at Jalifa (Calatalifa), Qanalish (Canales) y Walmush (Olmos) en la cuenca del Guadarrama, protegiendo el camino hacia el paso de La Tablada.

Subsidiarias de estas fortalezas, las atalayas de vigilancia poblaron el piedemonte y las primeras estribaciones al sur de la sierra madrileña.

Jalonaron, en efecto, el camino hacia Somosierra, los montes de Guadalajara y aún más allá, llegando incluso hasta Medinaceli, donde se articulaba la Marca Media con la Marca Superior, controlada desde Zaragoza.

Las fortificaciones de la Marca Media y la fundación de Mayrit en su contexto histórico.

Para seguir recorriendo los paisajes de esta historia…

Itinerarios arqueológicos madrileños. Diego Salvador Conejo. Ediciones La Librería. Madrid, 2017.

101 curiosidades de la historia de la sierra de Guadarrama. Ángel Sánchez Crespo. Guadarramistas, 2015.

Centinelas de piedra. Fortificaciones en la comunidad de Madrid. Fernando Sáez Lara. Comunidad de Madrid. Consejería de Cultura y Deportes. Dirección General de Patrimonio Histórico. 2006.

Guía breve de las fortificaciones medievales de la Comunidad de Madrid. Editada por la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Consejería de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid, 2005.

Las torres bereberes de la Marca Media. Aportaciones a su estudio. Antonio Almagro Gorbea. Cuadernos de la Alhambra, 12. 1976.

Historia de Madrid (siglos IX-XIX) Capítulo 1. Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Las Rozas. https://www.youtube.com/watchv=O32Tqh_cFro&ab_channel=AyuntamientodeLasRozas

Madrid Islámico. La historia recuperada. Daniel Gil-Benumeya. Madrid Destino Cultura Turismo y Negocio S.A., 2018. https://www.madridcultura.es/uploads/media/default/0001/03/madridcultura-47494-madridislamico.pdf 

Créditos

Texto y fotografías: HyP, excepto:

El califato de Córdoba hacia el año 1000 y sus límites con los reinos cristianos del norte peninsular. Tyk based on Image:España1000.jpg, CC BY-SA 3.0 <http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/>, via Wikimedia Commons. https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/18/Califato_de_C%C3%B3rdoba-1000.png?20091217170245

La Marca Media en el Siglo X (Madrid): Ministerio de Educación del Gobierno del Reino de España. Imagen diseñada por el CNICE para el Centro de Documentación y Estudios para la Historia de Madrid, de la Universidad Autónoma de Madrid. Public domain, via Wikimedia Commons. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Plano_marca_media.jpg

Sistema defensivo de La Marca Media en el entorno de la actual provincia de Madrid. Juanfer Puebla.             https://pongamosquehablodemadrid.com/2014/04/02/la-teoria-de-la-linea-defensiva-de-la-marca-media/

One thought on “Atalayas en la sierra madrileña”

  1. Posiblemente algunas atalayas no estuvieran destinadas a la vigilancia visual del territorio circundante: en efecto, algunas estaban construidas en puntos bajos, con escaso alcance o cobertura visual, por lo cual deberían considerarse como torres o estructuras defensivas, posiblemente integradas en fortificaciones más amplias. Por ejemplo, la de Torremocha, muy próxima al cauce del Jarama, o la desaparecida de Torrelaguna (representada en un grabado anónimo que aún se conserva, del Siglo XVII)

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